Madrileños anónimos: una montañesa en el Madrid de los años 20 y 30
Hoy vamos a descubrir una de esas historias de Madrileños Anónimos que me he propuesto rescatar del olvido a través de este blog. Para esta labor de arqueología documental me he servido de los testimonios que la familia de la protagonista me ha ido relatando y yo simplemente los he hilado y acompañado de documentos fotográficos.
La protagonista de este artículo es una montañesa cántabra que llegó al Madrid de los años 20 y se instaló a pocos metros de la Plaza Mayor, en la calle Toledo.

-De la montaña cántabra a la calle Toledo
Lucía Ruiz González, oriunda de San Vicente de Toranzo un pueblo del Valle de Toranzo en Cantabria, llegó a Madrid a mediados de los años 20 para trabajar como doncella de una familia acaudala que residía a pocos pasos de la Plaza Mayor.

Como otras muchachas de la época, emigró desde el pueblo a la gran ciudad para intentar ganarse la vida y aportar dinero a la economía familiar que se sustentaba de la actividad agropecuaria en tierras cántabras.

Ella, que había nacido en el seno de una familia humilde de 15 hermanos, encontró una salida laboral en la gran ciudad junto a su hermana sirviendo en la casa de los dueños de unos populares almacenes de tejidos, los Almacenes Paradinas.
Todo el dinero que ganaba lo enviaba a su casa ya que las necesidades básicas las tenía cubiertas.

-Almacenes de tejidos, mercado de la Cebada y la proclamación de la II República
Lucía, nacida en 1906, llegó al Madrid de mediados de los años 20 cuanto tenía entre 18/20 años para trabajar en la casa de los propietarios de los anteriormente mencionados Almacenes Paradinas.

Dichos almacenes se habían fundado en 1880 en Salamanca y de ahí se expandieron hasta otras ciudades como Madrid. La sucursal de Madrid se encontraba en la Calle Concepción Jerónima 43 esquina calle Toledo, lugar donde actualmente se encuentran otros populares almacenes de ropa y menaje para el hogar.
Como sucedía con este tipo de comercios de finales del XIX y principios del XX, era muy frecuente que sus propietarios tuviesen su vivienda en la parte superior del negocio que regentaban.

Así pues, la protagonista de esta historia viviría junto a los dueños de los almacenes a escasos pasos de la Plaza Mayor, utilizaría el tranvía que pasaba por la calle Toledo y tomaría el metro en la estación Progreso que se encontraba en la homónima plaza, hoy Tirso de Molina.

Su trabajo consistía en atender a la señora de la casa, la vestía, le lavaba la ropa y se la planchaba. Además de esto, recibía a las visitas, servía la mesa y salía a hacer la compra al cercano Mercado de la Cebada.
Si hubo un día que a la protagonista de nuestra historia recordaba con detalle, y no es para menos, fue aquel martes 14 de abril de 1931. Como cualquier otro día, ella había salido de casa y se había dirigido hacia el Mercado de la Cebada para comprar lo que la señora le había encomendado.

Cuando se encontraba en la pollería, comenzó a escuchar mucho jaleo en las calles y salió corriendo asustada hacia su casa. Una vez se encontró a refugio supo que se acababa de proclamar la Segunda República y que el jaleo que ella había escuchado eran las celebraciones por parte de la población de la misma.

-Trabajo en Madrid y veraneo en Punta Umbría
Según ella misma relataba a sus familiares, tan solo tenía un domingo libre cada quince días que aprovechaba para ir para ir al teatro, al cine, a tomar café o a dar paseos por el Parque del Retiro.
Hemos de suponer que frecuentaría teatros como el Novedades en la calle Toledo, al Teatro Progreso, en Tirso de Molina o al Teatro de la Latina. Entre los cines que frecuentaría podemos señalar el Cine Encomienda, en la calle de la Encomienda, al Cine Doré en la calle Santa Isabel o ya en la Gran Vía al Cine de la Prensa o al Palacio de la Música.

Como era frecuente en la época, todas las familias pudientes del momento contaban con un ama de cría o nodriza pasiega para criar y cuidar a los niños. En la casa donde trabajaba nuestra protagonista habría una ama de cría llamada María Jesús con quién tendría mucha amistad y a quién solía acompañar cuando sacaba a pasear a los niños.

Cuando los señores Paradinas se tomaban vacaciones, todo el servicio les acompañaba y se marchaban juntos a Punta Umbría, localidad onubense a donde acudían los burgueses del momento para tomar el sol y baños.

-De vuelta a “la tierruca”
Lucía no echó raíces en Madrid, comenzó a ser pretendida por un joven cántabro y antes de que iniciase la Guerra Civil regresó a su tierra y se casó. Tuvo una vida feliz, trabajó muy duro para sacar adelante a sus tres hijos y falleció a la edad de 100 años siendo enterrada en su pueblo natal.

En torno a los años 50 un fotógrafo pasó por tierras cántabras y se encontró con Lucía y su cuévano a cuestas. Quiero pensar que el fotógrafo en cuestión se encontraba inmortalizando la vida en los pueblos y las actividades agropecuarias y al encontrarse con ella no quiso perder la oportunidad de fotografiarla.
Fue el mismo fotógrafo quien le pidió las señas y le hizo llegar la foto cuyo original conservan los familiares de Lucía y que fue protagonista de una publicación del Gobierno de Cantabria.

P.D: mi eterno agradecimiento a los familiares de Lucía que han colaborado conmigo relatándome todo lo que recordaban acerca de su abuela y su periodo madrileño.